Y me desayuno un domingo estupefacta con la noticia: el peroné de un simio de hace 37.000 años cumplió las veces de un libro de contabilidad.

Tiene chacota que se haya podido encontrar un hueso de hace 37.000 años y que sea ese hueso y no otro el que usó el mono babuíno para anotar sus muescas. De este modo a los sabios de hoy no les cabe la menor duda de que tenía desarrollado el sentido de la duplicación y que los grupos de marcas estaban dispuestos de tal manera que denotan registros de cuentas.

Centrémonos. Por supuesto que lo que me desconcierta no es el hecho de que al aroma de la selva lo llamaran entonces inmovilizado inmaterial, ni que las avestruces que pusieran huevos con dos yemas fueran consideradas variación de existencias/mercaderías. Estamos hablando de algo más grande y extraordinario.

No es fácil derribar los mitos de nuestra infancia: los Reyes Magos, el Ratón Pérez y el Capitán Trueno siguen invulnerables al paso de los tiempos. De nada ha servido que nos dijeran que los reyes magos no eran tres y que probablemente no eran reyes sino plebeyos y que seguro que no eran magos sino sabios. Y no se nos ha movido un pelo sabiendo que a los ratones no les gusta coleccionar dientes y que solamente con mirarles la cara se sabe que no son ricos de familia y que odian invertir en dientes de "don-nadies". Siempre lo consideraremos nuestro cómplice en cuestiones dentarias. No digamos cómo nos deja de fríos saber que el capitán Trueno tenía ciertas querencias a las tablas de atrás, o que no eran muy sanos sus sentimientos hacia Crispín, ¿se llamaba así?, o que las razones que movían su espada eran "fachas" ¡qué más daba si salvaba a Sigrid!. Siempre serán nuestros héroes de papel.

Pero cargarse el Teorema de Pitágoras y a Tales de Mileto de un plumazo, con lo que nos costó que entraran en nuestras vidas ronda el sadismo y produce desasosiego.

El estado de la ciencia hace cuarenta años era tal que nos permitió a los niños de entonces forjar nuestro conocimiento con saberes bastante ciertos y sólidos, como el que nos ha llevado a oleadas de gente a creer que los padres de las Matemáticas fueron los griegos.

Pero ¡ay! hoy la ciencia ha avanzado a tal ritmo que ya no nos quedan más que pequeñas incertidumbres. Ya nada es un hecho cierto y sabido. Cuanto más avanza la ciencia menos cosas ciertas sabemos, una de las más sonadas aportaciones de la ciencia debida a Copérnico nos arrebató el ser centro del Universo y Galileo nos descubrió manchas en el sol, símbolo de brillantez hasta entonces. Reflexionemos también sobre uno de los descubrimientos más chocantes de los últimos años: puede haber protones con signo negativo y electrones positivos, lo que formarían la antimateria.

Y ahora ¿qué?. Parece que tampoco los padres de las Matemáticas fueron los que eran. Probablemente por eso un mono babuíno pudo permitirse el lujo de llevar la contabilidad sobre un peroné, esperemos que no fuera el suyo propio, porque entonces sabían un montón de cosas, aunque ciencia lo que se dice ciencia, tuvieran más bien poquita.