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Sin que sirva de precedente Los patos pueden hacer de todo aunque a medias. Aves que vuelan ¡pero cómo vuelan! Corren cual ellos mismos. Y ¿les habéis visto nadar? Pues eso, yo como los patos pero ¡sin que sirva de precedente! |
La mosca que todos llevamos dentro
(En el saco de: ) ![]() Este tipo de eventos divide a los asistentes en cuatro categorías. A la primera pertenecen esos personajes de la rutinaria vida de un país. Cotidiana presencia porque de sus apariciones se hace eco la prensa rosa y permiten al resto de los mortales tener controlado su vestuario, sus tics nerviosos, su higiene dental. Alguno de estos patricios están hastiados de acudir a acontecimientos que les aburren mortalmente, se les nota porque apenas prueban los canapés, atienden sin escuchar las conversaciones y desaparecen en cuanto le quedan tres pelos a la ocasión. Pero ninguno de ellos pone en duda el derecho que tienen a ser invitados, a estar en la primera línea del fuego de agradecimientos cruzados, a firmar en el libro de visitantes ilustres. Es indiscutible la necesidad de su presencia y los anfitriones se sienten halagados si su invitación es aceptada o frustrados si no lo es. Los de la segunda categoría son gente influyente que ha hecho uso de sus contactos para lograr colarse en la ceremonia. Albergan la íntima duda de si habrá sido su influencia o si ya estaban incorporados en la lista que les ha llevado a estar presentes, pero mantienen bien alta la testuz y se autoconvencen de que su presencia ha sido requerida por indudables méritos contraidos. Permanece en ellos un cierto rictus de qué_interesante y su vista planea sobre las cabezas de los presentes ansiando un cruce de miradas con gentes de postín, aunque sin pistón. Amparan a los organizadores con el manto del halago, sabiéndose merecedores de una atención exquisita pero mesurada. La tercera categoría es la de los sorprendidos. Nunca habían fantaseado con estar ahí, y buscan con interés algún indicio que les haga columbrar quién ha decidido que no faltaran ellos a la cita. Sonríen sin cesar a cuantos se les quedan mirando con el ánimo de ser reconocidos por su benefactor. Otean el recinto con auténtica curiosidad de principiantes, se embelesan con lo mostrado más de lo razonable y se encuentran transportados, por gentileza de una octavilla de papel berjurado, a las más altas cotas de la autoestima. Son el público cautivo que toda ceremonia debería tener. Y por último estamos gente como yo. La mosca cojonera que no debe faltar en todo fasto. Y cuando deposite mis reales sobre la fuente de jamón, se les aguará la fiesta. Verán. Salud, cultura, anarquía y buenos alimentos tengan ustedes. Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://jaio-la-espia.blogalia.com//trackbacks/18242
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